lunes, 10 de abril de 2017

La Participación Política de los Jóvenes para un Mejor País

Alberto Jiménez Merino
Director del Centro de Innovaciones Agroalimentarias y Tecnológicas


La formación de líderes, según Steven Covey, autor del libro Los siete hábitos de las personas altamente efectivas, debe iniciarse desde los cinco años y, para ello, se requiere ayudar a los niños a reafirmar su personalidad y carácter, desarrollar su capacidad para comunicarse y también para escuchar. 

El liderazgo es ejemplo. No se requiere andar diciendo, ni gritando o presumiendo. Solo hay que hacer las cosas en la forma que uno las piensa y no como conviene o les conviene a los demás, incluyendo el agradarles para que nos acepten o no se enojen con nosotros. Es hacer las cosas como uno las piensa, con base en los principios y valores universales y a eso se le llama integridad. 

Quedar bien para evitarse problemas nunca debe ser una meta; esperar la aprobación de los demás para actuar es un error, además de que nunca podemos quedar bien con todo mundo. Así es que el éxito es llegar al final con la tranquilidad que da únicamente la seguridad de haber hecho lo que se tenía que hacer. 

Los niños y jóvenes, en todo tiempo, harán lo que ven de los adultos, y no puedes decirles a tus hijos que se fijen por donde caminan, porque ellos van siguiendo tus pasos. ¡Mejor fíjate tú por donde vas! 

Y, todo lo anterior viene al caso pues recientes datos del Instituto Estatal Electoral de Nayarit, muestran desinterés de la sociedad para participar en temas políticos. Existe un gran descontento con los actuales gobiernos, desconfianza en las instituciones gubernamentales, la población no se siente representada y, conjuntamente con la mala reputación de los partidos políticos, se ha propiciado que los ciudadanos no quieran participar en temas de esta índole, principalmente en el sector de los jóvenes en edad de votar. 

Ciertamente esto no es nuevo ni privativo de Nayarit. Ocurre en todo el país. Es un tema que yo conozco desde los años 70’s del siglo pasado y atañe a todos los partidos y estratos sociales. 

Para muchos de nuestros jóvenes, la política es una “porquería”, es descalificación, chisme, andar de revoltoso, hablar unos de otros, es corrupción. Hoy en día, cambiar de partido es como cambiar de calcetines. Para estos jóvenes, la política es aplastar al adversario, fingir interés por los problemas sociales y hacer lo contrario, utilizar el poder para beneficio personal, entre otros. 

Todos estos conceptos han derivado en un gran desinterés de los jóvenes por la política. Un alejamiento que deja vacíos que otros llenan inmediatamente y nos llevan a los resultados que tenemos a la vista en donde nuestros jóvenes solo son espectadores en donde deberían ser protagonistas. 

En mi experiencia, en diversas oportunidades que he tenido de compartir charlas con jóvenes, les he transmitido que la política es el arte de unir a las personas para lograr objetivos superiores, resolver problemas y hacer posible lo deseable; que la política es dar sin esperar, ayudar a nuestros semejantes, servir antes que recibir, y nunca el beneficio debe estar antes del servicio. La política se basa en principios y valores, en convicciones que no se cambian por conveniencias personales. 

Siempre he sido enfático en que para iniciar una participación política, hay que empezar por atender los problemas y necesidades de nuestra comunidad. Más aún, si quien experimenta esta oportunidad política tiene la posibilidad de acceder a estudios de nivel medio superior o superior, el hecho de atender a nuestra propia comunidad se convierte en un deber básico pues si uno resuelve al menos un problema de este grupo social tan cercano a nosotros entonces, podrá resolver, en un futuro, problemas del país y del mundo. 

Trabajar en su propia entidad permitirá aprender y ganar la autoridad moral para proponer soluciones superiores y con ello, abrir los espacios de participación en el ámbito político, en los espacios políticos de decisión. 

Es importante resaltar que cada persona, les guste o no la política, debe asegurarse de estar cerca de donde se toman las decisiones, y si es como protagonista, mucho mejor. Las cosas pueden cambiarse como uno quiere o como uno lo desea solo estando dentro, solo participando. 

En la formación de líderes, mi propuesta es sencilla: hay que presentarles a los jóvenes de los últimos semestres, tanto de bachillerato como de licenciatura, la problemática y las necesidades existentes buscando motivar su interés por participar atendiendo alguno de los problemas. Luego, identificar las instituciones o empresas líderes del país o del extranjero y hacer una estancia de capacitación que tenga una duración de uno a tres meses para posteriormente regresar para guiar el desarrollo comunitario. 

Para el liderazgo, hay que levantar una bandera relacionada con la problemática social, económica o ambiental de mayor importancia y esta, debe ser parte de la agenda personal en función con la formación recibida. 

Por todo lo anterior, yo recomiendo que siempre que se tenga la oportunidad, hay que participar en los procesos políticos lo cual nos permitirá aprender, avanzar y, por supuesto, ganar. Hay que tener presente que nunca hay circunstancias favorables, estas se tienen que crear. Y nunca hay que perder de vista que la base de todo liderazgo es el trabajo.

lunes, 3 de abril de 2017

Mocoa, Colombia; Cambio Climático y el Lobo del Cuento

Alberto Jiménez Merino
Director del Centro de Innovaciones Agroalimentarias y Tecnológicas


El cambio climático, la alteración en los fenómenos meteorológicos como lluvias intensas, sequías, huracanes, tornados, trombas, granizadas, nevadas y frentes fríos, es una realidad que se comprueba con el incremento de casi 7 veces en los pagos anuales por afectaciones a nivel mundial, comparado con los años 60’s del siglo pasado.

Casi 45 por ciento de la lluvia que cae en un mes, se recibió en unas horas este fin de semana en Mocoa, capital de Putumayo, Colombia, lo que provocó el desbordamiento de tres ríos, devastación y la muerte de más de 150 personas, reconocidas oficialmente por el presidente de la república colombiana. Hay también infraestructura dañada, cientos de heridos y desaparecidos.

Por supuesto que este tipo de afectaciones, por aquí cerquita, también ya ha pasado. Un claro ejemplo es lo que se ha vivido en la Sierra Norte de Puebla, en Oaxaca, Guerrero y toda la costa del Pacifico Mexicano o en Veracruz y Tabasco; y, no podemos dejar a un lado lo ocurrido también  en Nueva Orleans y Florida, o las intensas nevadas que paralizan casi a la mitad de Estados Unidos cada año.

Se estima que, a nivel mundial, más de 400 millones de personas serán desplazadas por los efectos del cambio climático, principalmente los deshielos de los polos y la elevación del nivel del mar, sin considerar los efectos de sequias y alteraciones climáticas, que impactarán sobre la disponibilidad del agua y la productividad agroalimentaria.

La sequía en el centro-norte de México en años anteriores ha sido considerable. Sin embargo, este año los pozos de la Mixteca Poblana están abatidos lo que ocasiona grandes problemas de abasto de agua a la población en esta región. Por ello, el abasto del vital líquido es uno de los mayores reclamos de la gente y principal preocupación de los presidentes municipales con quienes he tenido algún tipo de contacto.

Y, como ya había mencionado en otra ocasión, el cambio climático se parece bastante al cuento del lobo que conocimos en la infancia. En el pueblo de este cuento, un joven travieso siempre molestaba a los pobladores pidiendo auxilio por la presencia de un lobo que lo atacaba. Varias veces movilizó a la población en su ayuda, sin ser verdad. Y, cuando lo fue, la gente ya no le creyó. La consecuencia: el joven fue atacado por el lobo.

El equilibrio ecológico actualmente está roto. Hoy, los fenómenos meteorológicos como en el caso de Mocoa, son más inesperados, inciertos, frecuentes y devastadores. Se ha perdido la vegetación por extracción excesiva e ilegal, por pastoreo incontrolado, se ha incrementado la erosión de los suelos y la pérdida de su capacidad productiva y se ha contaminado el ambiente con aguas residuales y basura sólida. Además de todo lo anterior, no podemos dejar de mencionar la contaminación por el uso de combustibles fósiles derivados del petróleo.

Aunado a ello, la descarga de aguas residuales a barrancas y ríos sin ningún rubor, es parte de este desequilibrio.  En nuestros días, hay autoridades que ante tanta necesidad social, prefieren pagar una multa en lugar de invertir para resolver el problema. También han existido gobiernos, muy recientes, que prefieren el relumbrón con obras inútiles a la opción de atender de fondo las necesidades reales.

En materia ambiental, la política mundial no está aplicando estrategias y recursos para revertir el deterioro de los recursos naturales. Gobiernos van y vienen y, como el caso del Rio Atoyac en Puebla, parece que a nadie le importa este tipo de situaciones. Por desgracia, ya nos hemos acostumbrado a vivir con ríos sucios y, posiblemente, el día que se logre limpiarlos, ello nos podría traer alguna consecuencia en nuestra salud.

Pese a todo esto, el beneficio económico de las actuales generaciones, se está cimentando a costa de comprometer el futuro de las nuevas y las futuras generaciones. Muy poco estamos haciendo para mejorar el lugar donde vivimos.

El cambio climático tiene un alto impacto sobre la pobreza, al acentuar la problemática. Existe muy poca inversión  para dotar de agua a las comunidades o tecnificar el riego que haga alcanzar el vital líquido para más superficie y se mejore su productividad.

Muy poco se hace también para construir obras de retención de agua y recargar los acuíferos o reforestar las áreas aledañas para protegerlos. Los contenidos educativos aún no incorporan la problemática del cambio climático.

Por todo lo anterior, es importante señalar que el cambio climático debe ser ya parte de las políticas públicas prioritarias y estar en el centro de las principales preocupaciones tanto del gobierno como de la sociedad, además de ser un tema incluido en la formación educativa, conjuntamente con la pobreza, el deterioro ambiental, la seguridad alimentaria y pública, la salud, la desnutrición, el sobrepeso y la obesidad.